De sombra, sol y muerte,
volandera
grana zumbando, el ruedo gira herido
por un clarín
de sangre azul torera.
Abanicos de aplausos, en
bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a
coronar de los espadas.
Se hace añicos el aire, y
violento,
un mar por media luna gris mandado
prende fuego a un
farol que apaga el viento.
¡Buen caballito de los toros,
vuela,
sin más jinete de oro y plata, al prado
de tu gloria de
azúcar y canela!
Cinco picas al monte, y cinco olas
sus
lomos empinados convirtiendo
en verbena de sangre y
banderolas.
Carrusel de claveles y mantillas
de luna
macarena y sol, bebiendo,
de naranja y limón, las
banderillas.
Blonda negra, partida por dos bandas,
de amor
injerto en oro la cintura,
presidenta del cielo y las
barandas,
rosa en el palco de la muerte aún viva,
libre y
por fuera sanguinaria y dura,
pero de corza el corazón,
cautiva.
Brindis, cristiana mora, a ti, volando,
cuervo
mudo y sin ojos, la montera
del áureo espada que en el sol
lidiando
y en la sombra, vendido, de puntillas,
da su junco
a la media luna fiera,
y a la muerte su gracia, de
rodillas.
Veloz, rayo de plata en campo de oro
nacido de la
arena y suspendido,
por un estambre, de la gloria, al toro,
mar
sangriento de picas coronado,
en Dolorosa grana
convertido,
centrar el ruedo manda, traspasado.
Feria de
cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón
y naranja, remolina
de la muerte, girando, y los toreros,
bajo
una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.
Rafael
Alberti
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